Querido diario
Eutimio (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.)
Querido diario: Deseo escribirte la experiencia con ocho compañeros en grupo. Formamos un círculo para compartir lo íntimo; el pensamiento; el lenguaje y la emoción sobre el “duelo”. Las vicisitudes adversas que sufre el ser humano, como son: Las muertes de familiares; los despidos laborales; los divorcios; las enfermedades; las rupturas amorosas; los accidentes automovilísticos, sólo por mencionar algunos de los sucesos más significativos en este aspecto.
Primero se acordaron algunos puntos importantes para la ayuda mutua:
“Por respeto a nosotros mismos, es preferible hablar en primera persona del singular. Evitar generalizar, dar consejos, criticar, pronunciar juicios de valor, burlarse de otro o hablar desde un saber académico. Lo que se diga aquí, aquí se quedará. Ése será el secreto, para fortalecernos unos a otros.”
El grupo eligió a un secretario y un moderador, para tomar nota de lo dicho y moderar el tiempo de participación de cada uno.
Recuerdo claramente el tema a tratar. Me encantó la idea de tratar algo tan importante. El concepto era seductor y atrayente, tanto que me permitió, a través de las lágrimas, desenterrar del olvido la tristeza, el encierro y la desesperación albergados en mi ser. Sin saber exactamente cuánto tiempo lo negué, lo condené y finalmente como pude aceptarlo. Hablar del conflicto emocional, para recobrar la serenidad y darle un nuevo sentido a mi vida.
Tuve dos intervenciones: En una hablé de cómo viví el duelo de mi divorcio, explicando como sustituí el dolor de la separación por la terapia ocupacional, al estudiar la primera y secundaria; la preparatoria y la universidad. En la otra, decir cómo padecía porque mi madre sufrió un infarto cerebral. En ese momento no pude evitar el triste recuerdo que inundó de lágrimas mi alma y se entrecortaron mis palabras.
Puedo señalar con sinceridad los beneficios logrados al contarles a otros las tristezas de mi vida. Lo valioso de hacerme escuchar por algunos, cuando las palabras pueden abrir mis emociones. Logro saber que hay personas con una problemática parecida, mayor o menor, y que no estoy solo. Es entonces cuando se diluyen las frustraciones y se recobra la confianza. Desaparece el sentimiento de nulidad y renacen las ganas de sobresalir. Cuando le regalo a otros lo que me entregaron desinteresadamente, las esperanzas compartidas forjan la alegría de vivir. El tratar bien a terceros, escucharlos, comprenderlos, respetarlos, darles justicia, cortesía, bondad y amor. Ése es el objetivo primordial: "El que no vive para servir, no sirve para vivir."